Por Ivonne Vargas Hernández
Es un escenario del que poco se habla: no tener tiempo para uno mismo. ¿Qué revelan los datos y cómo podemos rediseñar nuestras rutinas para volver a respirar, pensar y vivir?
La vida urbana avanza rápido, pero el reloj interno de millones de personas va en sentido contrario. Si llevamos esta idea a los datos, el 57% de la población en zonas metropolitanas afirma no tener tiempo para descansar, convivir o realizar actividades recreativas (1), de acuerdo con los reportes en línea del Gobierno de la Ciudad de México publicados en la plataforma Evalúa CDMX (1). Esta falta crónica de tiempo abre paso a una forma de desigualdad que empieza a ocupar un lugar central en las discusiones sobre bienestar: la pobreza de tiempo, un indicador tan revelador como el ingreso cuando se analiza la calidad de vida y la productividad.
Esta realidad obliga a mirar más allá de las estadísticas y preguntarnos qué hay detrás de esa falta de horas para vivir. La respuesta apunta a un concepto que empieza a ganar peso en el análisis del bienestar contemporáneo.
¿Qué es la pobreza de tiempo?
Este concepto describe la ausencia sistemática de horas disponibles para el ocio, el autocuidado o la convivencia familiar. No es un asunto individual, sino un fenómeno alimentado por jornadas extensas, trayectos largos, presiones económicas y una distribución desigual del trabajo no remunerado.
Este término fue acuñado por la economista estadounidense Claire Vickery en 1977. En su estudio The Time-Poor: A New Look at Poverty (2), Vickery planteó una idea disruptiva para su época: no basta con medir la pobreza únicamente en términos de ingreso, porque las personas necesitan dos recursos para vivir con bienestar:
- Dinero para cubrir necesidades básicas.
- Tiempo disponible para realizar actividades esenciales como descansar, cuidar de otros, estudiar, realizar un pasatiempo, desplazarse o incluso trabajar sin caer en sobrecarga.
Vickery argumentó que una persona puede tener ingresos suficientes y, aun así, estar en situación de pobreza si su tiempo es tan escaso que no le permite cubrir sus necesidades básicas de cuidado, salud o desarrollo personal. Es decir, definió la pobreza no sólo como insuficiencia de recursos monetarios, sino también como insuficiencia de horas “utilizables”.
Lo interesante es que esta desigualdad no se expresa sólo en datos o teorías académicas; también se siente en la forma en que vivimos. Arthur C. Brooks lo explica en el podcast How to Build a Happy Life (3): tendemos a arrastrar el trabajo hacia nuestro tiempo libre, creando una brecha preocupante entre el uso real de nuestro tiempo y nuestras verdaderas preferencias.
El impulso cultural por “ser siempre productivos” contribuye a agravar esta dinámica. Muchas personas terminan sacrificando horas de descanso —incluidos fines de semana— para atender pendientes que deberían permanecer dentro del horario laboral, menciona Brooks.
Esta forma de vivir no sólo desgasta físicamente: también compromete dimensiones esenciales del bienestar psicológico. La psicóloga Carol Ryff, reconocida por su modelo de bienestar, explica que necesitamos tiempo para cultivar aspectos como la autonomía, las relaciones positivas, el crecimiento personal y el dominio de nuestro entorno (4). Cuando el trabajo se extiende a cada rincón del día, estas áreas se ven afectadas: perdemos control sobre nuestro propio tiempo, dejamos de lado actividades que nos hacen crecer y cuidamos menos los vínculos que sostienen nuestra vida emocional.
En términos simples, la falta de tiempo nos cansa, pero además, “nos desorganiza por dentro”.
¿Qué pasa cuando la desorganización no es personal, sino cultural y sistémica?
Este desequilibrio en el uso del tiempo no ocurre sólo por hábitos personales: en muchas empresas se ha vuelto parte del propio sistema de trabajo. Los datos de Factor Wellbeing 2025 muestran que una proporción significativa de colaboradores siente que la carga laboral supera su capacidad real, obligándolos a realizar múltiples tareas al mismo tiempo o a extender sus jornadas para poder cumplirlas.
Esta medición, elaborada por el Instituto del Propósito y Bienestar Integral de Tecmilenio, evalúa la experiencia del colaborador en materia de bienestar a partir de cuatro dimensiones clave. Entre sus principales hallazgos destaca que el indicador “Al salir del trabajo tengo tiempo y energía para convivir” se ubica entre los de menor puntaje, según la opinión de más de 24 000 participantes, alcanzando apenas 3.56 puntos.
Este resultado confirma que, más que una elección individual, la falta de tiempo personal puede responder a modelos de asignación de trabajo mal calibrados, liderazgos desconectados y procesos que normalizan la saturación.
Como se muestra en esta gráfica, existe una percepción generalizada de “sobrecarga y de no entender cómo gestionar las múltiples responsabilidades”:

Cuando las estructuras laborales empujan a la gente a operar en modo “milla extra” permanente, la desorganización del tiempo deja de ser un síntoma personal para convertirse en un problema organizacional que disminuye la inspiración, claridad y el bienestar de los colaboradores, explica Iván Guerrero, director de Factor Wellbeing.
Reconstruir el tiempo: el nuevo imperativo
Los esfuerzos por mejorar la calidad de vida de las personas deben encontrar eco tanto en las políticas públicas como en el compromiso del sector privado. Las empresas tienen un papel decisivo en este proceso -confirma Iván Guerrero-. Pueden impulsar esquemas laborales flexibles, revisar estratégicamente las cargas de trabajo y reforzar acciones que prioricen la salud mental y el equilibrio personal.
Los esfuerzos por mejorar la calidad de vida de las personas deben encontrar eco tanto en las políticas públicas como en el compromiso del sector privado. Las empresas tienen un papel decisivo en este proceso —confirma Iván Guerrero—. Pueden impulsar esquemas laborales flexibles, revisar estratégicamente las cargas de trabajo y reforzar acciones que prioricen la salud mental y el equilibrio personal.
En México, las cifras más recientes de Factor Wellbeing 2025 (5) revelan un avance significativo en la oferta de servicios de bienestar entre las organizaciones certificadas con este distintivo. El 95% brinda servicios de salud preventiva, 88% ofrece atención médica remota, 85% incorpora apoyo psicológico y 84% impulsa programas de bienestar financiero. Estos datos confirman que el cuidado integral dejó de ser un beneficio accesorio para convertirse en un estándar que el talento considera parte esencial de su experiencia laboral.
Estrategias para prevenir la pobreza de tiempo según la Psicología Positiva
La gestión del tiempo no depende -exclusivamente- de organizar mejor la agenda; implica revisar la relación emocional y cognitiva que mantenemos con nuestras actividades. En este punto, la Psicología Positiva —respaldada por más de dos décadas de investigación empírica y el trabajo de autores como Martin Seligman, Sonja Lyubomirsky, Barbara Fredrickson y Eugene Osin— ofrece intervenciones basadas en evidencia, te proponemos las siguientes prácticas:
- Visibiliza¿cómo usas el tiempo? (6)
- Expertos: Evgeny Osin (profesor e investigador en el Laboratorio Internacional de Psicología Positiva de la Personalidad y Motivación de la “Higher School of Economics” en Moscú).
- Práctica: Registra tu día en bloques de 15 minutos durante una semana para identificar fugas de tiempo, multitareas improductivas y cargas invisibles.
- Beneficios: El bienestar aumenta cuando las personas aprovechan su tiempo de manera consciente y equilibrada, dedicándose a actividades que nutren su energía física, emocional y social. Esta es la premisa del concepto de ‘positive time use’, desarrollado por Osin dentro de la psicología positiva. Según esta teoría, el ‘positive time’ comienza cuando las personas identifican con claridad en qué invierten sus horas y qué actividades les restan energía.
- ‘Agenda’tiempoa lo que resulta valioso (7)
- Experta: Sonja Lyubomirsky, PhD (autora de The How of Happiness),
- Práctica: Dedica, al inicio de cada semana, un espacio breve para identificar dos o tres prioridades que estén alineadas con tus valores —no con urgencias externas— y bloquea en la agenda el tiempo que requieren. Es como una “cita inamovible”: no se reprograma a menos que exista una emergencia real.
- Beneficios: Generar bienestar sostenido es posible al dedicar tiempo a actividades que reflejan nuestros valores personales, como el crecimiento, la conexión social, el aprendizaje, la salud o el propósito. La investigación de Lyubomirsky demuestra que estas acciones fomentan emociones positivas más estables y menos dependientes del contexto, contribuyendo a un bienestar duradero.
Cuando esas acciones no se agendan explícitamente, quedan a merced de la urgencia diaria y terminan desplazadas por pendientes inmediatos. En cambio, al reservarse tiempo fijo, ocurre un doble efecto:
- Aumenta la intencionalidad: la persona actúa desde lo que considera importante, no desde lo que “urge”.
- Se protege ese espacio frente a interrupciones: al tratarlo como un compromiso formal, se reduce la probabilidad de cancelar o postergar aquello que nutre el bienestar.
Estos enfoques han demostrado mejorar el bienestar, la sensación de control, la energía disponible y el equilibrio personal, ofreciendo herramientas reales para recuperar el tiempo propio y vivir con mayor plenitud. Al aplicar estos principios, también se construye un escudo frente a la pobreza de tiempo.
*Nota de la editora: Factor Wellbeing es una certificación creada por el Instituto del Propósito y Bienestar Integral (IPBI) de Tecmilenio. El análisis se fundamenta en el Modelo BEAT, que evalúa de manera rigurosa cuatro dimensiones de bienestar organizacional: Bienestar, Enfoque de liderazgo positivo, Ambiente positivo y Trabajo significativo. Las organizaciones participantes aplicaron un cuestionario de 69 reactivos y acreditaron 84 prácticas organizacionales vinculadas al bienestar. En total, más de 24,000 colaboradores respondieron el cuestionario, lo que da al estudio una base estadística robusta y representativa de distintas industrias en México.
Autora: Ivonne Vargas Hernández
Editora en Jefe Observatorio Instituto para el Propósito y Bienestar Integral. Autora ¡Contrátame!, analista laboral y periodista especializada en Recursos Humanos y Gestión de Talento.
Referencias:
(1) Consejo de Evaluación de la Ciudad de México (Evalúa CDMX). (2025, 4 de noviembre). Más de 850 mil personas superaron la pobreza [Boletín informativo]. Gobierno de la Ciudad de México. Recuperado de: https://www.evalua.cdmx.gob.mx/storage/app/media/2025/die/boletin-pobreza-4-nov.pdf
(2) Vickery, C. (1977). The time-poor: A new look at poverty. Journal of Human Resources, 12(1), 27–48.
(3) Brooks, A. C. (2021). How to build a happy life [Podcast]. The Atlantic. https://www.theatlantic.com/podcasts/how-to-build-a-happy-life/
(4) Ryff, C. D. (1989). Happiness is everything, or is it? Explorations on the meaning of psychological well-being. Journal of Personality and Social Psychology, 57(6), 1069–1081.
(5) Vargas Hernández, I. (2025, noviembre). Factor Wellbeing: El nuevo riesgo laboral. Comprometidos, pero sin inspiración. Forbes México. https://forbes.com.mx/factor-wellbeing-el-nuevo-riesgo-laboral-comprometidos-pero-sin-inspiracion/
(6) Osin, E. N., & Boniwell, I. (2024). Positive time use: A missing link between time perspective, time management and well-being. Frontiers in Psychology, 15, 1087932. https://doi.org/10.3389/fpsyg.2024.1087932
(7) Lyubomirsky, S. (2008). The How of Happiness: A new approach to getting the life you want. Penguin Press.