El propósito no se construye en abstracto ni aparece de golpe con el cambio de calendario. Diversas investigaciones apuntan a que esto se trabaja en decisiones pequeñas, repetidas y conscientes.
Diciembre rara vez llega sólo. Suele traer consigo un inventario mental de logros, pendientes, expectativas no cumplidas y una sensación de agotamiento que va más allá del cansancio físico. Entre el anhelo legítimo de descansar y la presión de cerrar bien el año, surge una pregunta incómoda, pero reveladora: lo que hago hoy ¿tiene sentido?
Tal vez no se exprese en voz alta. A veces, aparece como falta de entusiasmo, como fatiga que no cede, o como esa idea persistente de que “hay que aguantar un poco más”, sin tener del todo claro para qué. El fin de año suele amplificar esa tensión entre rendimiento y significado. Y es ahí donde repensar el propósito se vuelve necesario.
Propósito, ¡no es una palabra más!
En los discursos empresariales y de autoayuda, este término se ha vuelto tan frecuente que corre el riesgo de diluirse entre frases aspiracionales y eslóganes vacíos. Sin embargo, en su sentido más práctico, el propósito remite a una intención estable y con significado, capaz de dar dirección a las decisiones, y de organizar metas y acciones a lo largo del tiempo.
De acuerdo con el Diccionario de la Lengua Española (RAE, actualización 2023), propósito se define como el “ánimo o intención de hacer o no hacer algo” (1). Esta definición ofrece un punto de partida útil, aunque resulta limitada para comprender el papel que este concepto desempeña en el bienestar humano.
Desde la psicología positiva, el propósito se entiende como una dimensión central del bienestar. Michael Steger, psicólogo estadounidense y profesor en la Universidad de Colorado, es uno de los principales referentes contemporáneos en el estudio del sentido y propósito en la vida. Define el propósito como un “sentido estable de significado que emerge cuando las personas perciben que su vida y sus acciones están orientadas hacia metas valiosas y coherentes con sus valores personales” (2).
Por su parte, Carol Ryff, psicóloga y profesora emérita en la Universidad de Wisconsin–Madison, propuso un modelo de bienestar psicológico compuesto por seis dimensiones, entre las cuales el propósito en la vida ocupa un lugar central. Desde su perspectiva, “tener propósito implica experimentar dirección, intención y crecimiento personal sostenido a lo largo del tiempo, incluso en contextos de dificultad” (3).
En términos generales, el propósito puede adoptar formas diversas: para algunas personas se vincula con vivir de manera saludable; para otras, con aprender y compartir conocimiento, servir a una causa o dejar una contribución significativa. No se trata de una meta puntual ni de una pasión momentánea, sino de una brújula interna que orienta las elecciones cotidianas.
Pero para evitar confusiones frecuentes, conviene distinguir el propósito de otros conceptos cercanos:
- No es lo mismo que metas, que suelen ser concretas, temporales y medibles; el propósito es direccional y de largo plazo (4).
- Tampoco es sinónimo de pasión, porque ésta puede fluctuar, mientras que el propósito puede sostenerse incluso en tareas monótonas o poco gratificantes en el corto plazo (5).
- Propósito personal difiere de misión organizacional; aunque una empresa tenga una misión definida, el propósito individual es íntimo y no siempre coincide plenamente con esa visión institucional (6).
Tener un propósito claro no convierte a nadie en superhéroe ni garantiza bienestar permanente. Pero la evidencia es sólida en cuanto a sus beneficios reales y sostenibles. Un estudio de Gallup con más de 1.8 millones de empleados en 82 mil unidades organizativas mostró que contar con una intención que permanece a lo largo del tiempo, impacta en bienestar, pero también en productividad. (7). En la misma línea, una investigación publicada en línea por la National Library of Medicine señala que quienes reportan mayor sentido de propósito presentan también más engagement y bienestar (8).
Ahora bien, estos efectos no se logran “así porque sí”. El impacto del propósito también está condicionado por el contexto económico y social en el que las personas viven y trabajan.
Por ejemplo, en México, los datos del INEGI correspondientes a 2025 muestran que la satisfacción con la vida alcanza un promedio de 8.6; sin embargo, el 71.5% de la población reporta niveles altos o moderados de estrés financiero, lo que evidencia una brecha persistente entre bienestar percibido y condiciones reales (9).
Informes internacionales como el World Happiness Report refuerzan esta lectura: los países donde las personas reportan un mayor sentido de propósito vital tienden a mostrar menos ansiedad y mayor estabilidad emocional, aunque estos efectos dependen en buena medida de que existan condiciones mínimas que permitan sostener ese sentido en la vida cotidiana.
El propósito no elimina el cansancio ni la incertidumbre, pero puede ofrecer un criterio para decidir con más claridad qué vale la pena sostener y qué ya no. Por eso, empezar con lo pequeño —identificar valores irrenunciables, observar qué actividades recargan energía y cuáles la drenan, o definir qué sostener, qué soltar y qué probar durante los próximos 30 días— puede ser una forma realista de cerrar el año con mayor sentido.
¿Intenciones renovadas en 2026?
El propósito no se construye en abstracto ni aparece de golpe con el cambio de calendario. Diversas investigaciones bajo el enfoque de psicología positiva apuntan a que esto se trabaja en decisiones pequeñas, repetidas y conscientes. Por supuesto, el cierre de año puede ser un momento valioso para reflexionar sobre el tema porque existe una necesidad de hacer balance de lo ocurrido.
Presentamos cuatro claves para definir y dar forma a tu propósito:
- Identificar entre tres y cinco valores que no se esté dispuesto a sacrificar —aprendizaje, tiempo personal, integridad, impacto, por ejemplo— y revisar con honestidad qué decisiones del año los honraron y cuáles, sin notarlo, los fueron erosionando. Este ejercicio no busca juzgar, sino ganar claridad.
- Registrar durante una semana qué actividades recargan energía y cuáles la drenan de forma sistemática. El objetivo no es eliminar todo lo incómodo —algo poco realista en la vida real—, sino reconocer patrones y abrir espacio para ajustes posibles: límites más claros, cambios en la forma de organizar el tiempo o conversaciones pendientes. Todo esto permite retomar o recrear nuevos propósitos.
- Redactar una frase breve y concreta, que funcione como filtro para la toma de decisiones cotidianas. Por ejemplo: “Quiero usar mi trabajo para desarrollar personas y crear procesos más justos, incluso bajo presión”. No es una promesa de bienestar, sino un criterio.
- Dividir en tres listas: qué sostener, qué soltar y qué probar durante el próximo mes. El propósito se fortalece cuando se traduce en acciones acotadas, observables y evaluables, no cuando permanece sólo en el plano de la intención.
A nivel organizacional
Aunque el propósito es personal, el contexto importa. Para las áreas de Recursos Humanos y para quienes ejercen liderazgo, algunas prácticas clave incluyen:
- Abrir espacios reales de conversación sobre sentido
- Reconocer el progreso, no sólo los resultados finales
- Trabajar explícitamente el propósito del liderazgo
Menos del 20% de los líderes logra articular con claridad, y esta falta de definición tiene un impacto directo en la cultura organizacional y en la experiencia cotidiana de las personas (11).
Cuando el liderazgo logra nombrar su para qué, no sólo ordena su propia brújula: crea condiciones para que otros encuentren la suya. Así, el propósito deja de ser una consigna de inicio de año y se convierte en una forma consciente de habitar el trabajo, decisión tras decisión, día tras día.
Referencias
(1) Real Academia Española. (2023). Propósito. En Diccionario de la lengua española (23.ª ed., versión en línea). https://dle.rae.es/propósito
(2) Steger, M. F. (2012). Making meaning in life. Psychological Inquiry, 23(4), 381–385. https://doi.org/10.1080/1047840X.2012.720832
(3) Ryff, C. D., & Singer, B. (1998). The contours of positive human health. Psychological Inquiry, 9(1), 1–28. https://doi.org/10.1207/s15327965pli0901_1
(4) Harvard Business Review. (2019). Propósito, sentido y pasión. Harvard Business Review.
(5). Molinsky, A. (2017). What to Do When You’re Losing Passion for Your Job. Harvard Business Review.
(6). Craig, N., & Snook, S. (2014). From Purpose to Impact. Harvard Business Review.
(7) Gallup. (2017). State of the American workplace. Gallup Press. https://www.gallup.com/workplace/238085/state-american-workplace-report-2017.aspx
(8). Boslé, C. (2021). Creating a measure to operationalize engaged well-being and work engagement. National Library of Medicine.
- Hill, P. L., & Turiano, N. A. (2014). Purpose in life as predictor of mortality. Psychological Science, 25(7), 1482–1486.
(10) Instituto Nacional de Estadística y Geografía. (2025). Bienestar autorreportado en México: Resultados del BIARE 2025. INEGI. https://www.inegi.org.mx/programas/biare/
(11) Craig, N., & Snook, S. (2014). From purpose to impact. Harvard Business Review, 92(5), 104–111.