El ‘estrés’ postvacacional es una realidad para los colaboradores

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05 septiembre 25

El ‘estrés’ postvacacional es una realidad para los colaboradores

Al concluir los periodos de descanso, un fenómeno silencioso, pero de alto impacto, afecta a una tercera parte de la fuerza laboral del país: el síndrome postvacacional (SPV). De acuerdo con diversos análisis, tres de cada diez trabajadores experimentan un conjunto de síntomas físicos y psicológicos que dificultan su reincorporación a la rutina laboral (1). 

Este trastorno adaptativo, caracterizado por apatía, ansiedad, fatiga, mal humor, angustia, tristeza, astenia (debilidad generalizada), insomnio o somnolencia diurna, palpitaciones, sudoración excesiva, mareos, dolores de cabeza, debilidad muscular y falta de concentración, no solamente afecta el bienestar individual, sino que también tiene consecuencias económicas medibles para las empresas y para la productividad nacional. 

El síndrome postvacacional no está reconocido como diagnóstico oficial en el DSM5 (Asociación Americana de Psiquiatría) ni en la CIE10 o CIE11 (Organización Mundial de la Salud), porque no tiene criterios diagnósticos estandarizados sobre duración, persistencia o gravedad que permitan considerarlo una enfermedad mental. 

Se le reconoce, más bien, como un “trastorno adaptativo”. Aunque no se ha documentado con claridad quién fue la persona concreta que acuñó el término “síndrome postvacacional”, se le atribuye una formalización temprana en 2012 al psicólogo Javier Lavilla Rayo, en un trabajo publicado en la Clínica Universidad de Navarra, donde define explícitamente el “síndrome postvacacional” como un malestar transitorio al reincorporarse a la vida activa tras un periodo vacacional (2). 

¿Qué sucede en el ámbito laboral? 
El síndrome postvacacional puede reducir el enfoque y la concentración durante los primeros días o semanas después del regreso a la vida laboral, así como provocar formas leves de absentismo (retrasos, solicitudes de permisos con mayor frecuencia y falta de motivación para volver), según se indica en el trabajo publicado por la Universidad de Navarra. 

Esto puede generar pérdidas temporales de productividad, que se suman a los indicadores de impacto económico relacionados con el malestar psicoemocional en el trabajo. 

La investigación “Salud Mental en el Trabajo: Líderes y Dinero”, realizada por The Workforce Institute en UKG en diez países, incluido México, revela que la falta de una política de descanso impacta directamente en el desempeño laboral. Entre los principales efectos destacan el ausentismo y la falta de concentración (3). 

En México, el 24 % de los trabajadores afirma que le cuesta comenzar la jornada tras un periodo vacacional. Además, un 21 % considera que su carga laboral es excesiva, lo que disminuye su rendimiento y productividad (3). 

Este problema tiene un costo tangible: el ausentismo laboral puede representar hasta el 7.3 % de la nómina de una empresa. En este escenario, la reciente implementación de la reforma de “Vacaciones Dignas” representa una oportunidad, pero su impacto positivo dependerá de lograr una transición efectiva del descanso al trabajo. 

“El síndrome postvacacional no es una debilidad individual, sino un termómetro de la salud organizacional”, afirma Rosalinda Ballesteros, directora general del IPBI. “La aprehensión al regresar al trabajo a menudo refleja un ambiente con altos niveles de estrés, falta de reconocimiento y baja satisfacción. Las empresas que ven este fenómeno como una oportunidad para evaluar y mejorar su cultura, fomentar un liderazgo positivo y promover el bienestar integral no solo mitigan la pérdida de productividad, sino que catalizan el florecimiento de su talento humano”. 

En línea con esta perspectiva, la severidad del síndrome no depende únicamente del descanso, sino del entorno al que se vuelve. Factores como la sobrecarga crónica, el liderazgo deficiente o la falta de propósito amplifican el malestar tras las vacaciones y pueden derivar, si no se gestionan adecuadamente, en cuadros más severos como el síndrome de burnout, reconocido por la OMS como un fenómeno ocupacional. 

Para hacer frente a este desafío, se recomienda a las organizaciones adoptar un enfoque proactivo y sistemático, alineado con las directrices de la NOM-035 sobre factores de riesgo psicosocial. Las estrategias clave incluyen: 

  • Capacitar a los líderes para que gestionen equipos con empatía y apoyen activamente el bienestar de sus colaboradores. 
  • Fomentar un equilibrio real entre la vida laboral y personal, a través de políticas de flexibilidad y respeto al tiempo de desconexión. 
  • Crear una cultura de seguridad psicológica, donde la comunicación abierta y el reconocimiento sean la norma. 
  • Implementar programas de apoyo que faciliten una reincorporación gradual y positiva tras los periodos vacacionales. 

¿Qué se puede hacer a título personal? 
Uno de los factores más estrechamente vinculados con el síndrome postvacacional es la alteración del sueño. Durante las vacaciones, muchas personas modifican sus rutinas de descanso, duermen más horas o adoptan horarios irregulares, acostándose y levantándose más tarde. Este cambio genera un desfase en el ritmo circadiano, que puede tardar entre 4 y 10 días en reajustarse al regresar a la rutina laboral. 

El estudio de Roenneberg sobre el “jet lag social” confirma que estos cambios abruptos en los horarios, como los que ocurren durante las vacaciones, pueden provocar disrupciones comparables a las del desfase horario entre zonas geográficas. Esta transición desorganizada impacta directamente en el estado de ánimo, la energía y el enfoque, potenciando los síntomas del SPV (4). 

El sueño, como proceso biológico esencial que ocupa un tercio de nuestra vida, tiene un efecto directo en el funcionamiento cognitivo, explica Gabriela Ruiz en “Trastornos de Sueño y Cómo Dormir Mejor”, publicado en Wellbeing 360 (5). En el contexto del síndrome postvacacional, la falta de sueño profundo, frecuente en quienes atraviesan esta transición, afecta especialmente la memoria y la concentración, lo que prolonga la fase de bajo rendimiento. 

Una forma de abordar este factor específico del síndrome postvacacional es a través de la adopción de una buena “higiene del sueño”. Establecer un horario regular para dormir y despertar, evitar estimulantes como la cafeína y alimentos pesados antes de acostarse, así como reducir el uso de pantallas al menos media hora antes de dormir, son prácticas que pueden ayudar al cerebro a prepararse para el descanso. Estas acciones pueden contribuir a una adaptación más fluida tras el periodo vacacional, especialmente cuando el malestar está relacionado con alteraciones en los patrones de sueño.

 

Referencias

  1. Lee Hecht Harrison. (2024). Uno de cada tres trabajadores sufre síndrome postvacacional. Recuperado de: https://bit.ly/41sZgZNf

  2. Lavilla Rayo, J. (2012). Síndrome postvacacional. Clínica Universidad de Navarra. Recuperado de: https://www.cun.es/chequeos-salud/vida-sana/consejos-salud/sindrome-postvacacional

  3. The Workforce Institute at UKG. (2023). Mental health at work: Managers and money [Informe]. UKG.

  4. Wittmann M, Dinich J, Merrow M, Roenneberg T. Social jetlag: misalignment of biological and social time. Chronobiol Int. 2006;23(1-2):497-509.

  5. Ruiz, G. (2024). Trastornos de sueño y cómo dormir mejor. Wellbeing 360. Recuperado de https://www.wellbeing360.tv/teaser/vod/06aba0a130404e04b9e30337b079319

     

Autora: Ivonne Vargas Hernández. Editora en Jefe Observatorio Instituto Ciencias del Bienestar Integral. Autora, analista laboral y periodista especializada en Recursos Humanos y Gestión de Talento.

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